Evangelio  (Lc 6,39-45)

De lo que rebosa el corazón habla la boca

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
–«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».


Comentario

Jesús nos dice que somos los frutos que demos, eso es lo que somos de verdad. Podemos aprovechar para revisar si en nuestra vida estamos dando los frutos cristianos que Dios espera de nosotros.

—«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?». Como padre, sacerdote, catequista, ó como creyente tengo que iluminar al prójimo. Pero si mi corazón no está lleno de Dios, al otro lo llevaré al precipicio. ¿Cómo está mi corazón? ¿Soy luz para los demás ó por el contrario me sirvo de los demás para mi propio interés?

—«¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?». Antes que ver el defecto del prójimo tengo que ver mi propio defecto ¿Analizo mi vida con seriedad y humildad? ¿Cuáles son mis tentaciones? ¿En qué pecados suelo caer? ¿Me suelo confesar con frecuencia?

—«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno… Cada árbol se conoce por su fruto». Para saber la orientación de mi vida, tengo que ver mi comportamiento. Dios me ha dado unos talentos que tienen que dar mucho fruto en mi vida ¿Estoy dando ese buen fruto que Dios espera de mí? ¿Se puede reconocer en mí la obra de Dios?

—«El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal». En la oración puedo atesorar la bondad de Dios en mi corazón, para luego reflejar su bondad en mi vida.

—«Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca» Por mis palabras se muestra lo que llevo en mi interior. En mi lenguaje, ¿Muestro la delicadeza y la ternura de Dios? ¿Digo bien de los demás, como expresión de la bendición de Dios? ¿Les corrijo desde el amor?