Evangelio  (Lc 17, 5-10)

¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
–«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
–«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
–«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
–«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Comentario

Este domingo Jesús nos muestra el testimonio de fe de un samaritano, que después de ser curado de su lepra se postró a los pies de Jesús para darle gracias. Nosotros hemos de aprender la actitud de agradecimiento de este extranjero.

—Aquellos leprosos estaban apartados de la comunidad judía porque se consideraba su enfermedad como un castigo de Dios. Como último recurso se acercan a Jesús para ser curados ¿Me acerco a Jesús y le suplico de igual modo «Ten compasión de mí»?

—Jesús manda a los leprosos que vayan a presentarse a los sacerdotes, y reconozcan el origen divino de su curación. ¿Soy consciente de que todos los dones que tengo lo recibo de Dios?

—De camino se dieron cuenta que estaban curados. Tenían lo que querían. Pero se olvidaron de quien les había curado; salvo un extranjero, un samaritano, que volvió a dar gracias a Jesús. Su gratitud, le abrió a un don mayor: la salvación. ¿Descubro en mi vida que Dios me da más de lo que le pido?

—Jesús se lamenta del corazón cerrado de quienes reciben el don de Dios y no son conscientes de su amor. Son los que buscan sólo los dones de Dios y luego se olvidan de Él. ¿Y Yo?

—La lepra ha sido en la historia de la Iglesia, un signo del pecado, que corrompe al hombre por dentro y le aparta de la salvación. Ahora puedo acercarme a Jesús y suplicarle que me haga ver mi pecado y me acerque a su misericordia.

—Jesús dijo al samaritano que fue agradecido: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado». Aunque fuera extranjero, aquel samaritano tuvo fe, se acercó a Jesús, le confesó como Dios (por eso se puso de rodillas) y le dio gracias. Es la fe que salva, que va más allá de dones concretos. ¿Qué es lo que verdaderamente quiero en mi vida?

Oración

Amado Señor, Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.

Inunda mi alma de espíritu y vida.

Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de mí, y mora en mí de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.

Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.

Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.

La luz, oh Señor, irradiará toda de ti; no de mí; serás tú, quien ilumine a los demás a través de mí.

Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean. Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.

(J.H. Newman)

Peticiones

Por la Parroquia: Por los niños, jóvenes y adultos que inician la catequesis. Que sean buenos discípulos de Jesús.

Por la Iglesia: Por los misioneros. Para que se sientan fortalecidos en su misión de anunciar a Cristo.

Por el mundo: Para que finalice la guerra en Ucrania y en otros lugares del mundo.