«El sacramento de la Unción confiere una gracia particular, que une más íntimamente al enfermo a la Pasión de Cristo, por su bien y por el de toda la Iglesia, otorgándole fortaleza, paz, ánimo y también el perdón de los pecados, si el enfermo no ha podido confesarse. Además, este sacramento concede a veces, si Dios lo quiere, la recuperación de la salud física. En todo caso, esta Unción prepara al enfermo para pasar a la Casa del Padre» (Compendio Catecismo de la Iglesia Católica nº 319)

Forma parte de la condición humana la enfermedad y la ancianidad. Estas dos realidades, que son dolorosas, necesitan de la ayuda y del consuelo de Dios para afrontarlas con paz. Por eso el Señor ha instituido este Sacramento para atender a las personas en esta situación.

A veces hemos pensado en este sacramento como el último remedio a recibir cuando ya es inmediata la muerte. En muchas familias cristianas hay como un recelo a que el sacerdote se acerque a atender al enfermo en su casa y administrarle la unción de los enfermos, porque se considera como el sacramento de la muerte. De hecho, muchas veces a este sacramento se ha llamado la “Extrema Unción”, el sacramento antes de la muerte.

Sin embargo, este no es el sentido que hay que dar a este sacramento. Nuestra madre la Iglesia, nos enseña que este sacramento es un sacramento de vida, que ayuda al enfermo o al anciano en su debilidad, para que crezca en su interior la gracia y la presencia de Dios. Es un sacramento que ayuda para vencer la tentación que se hace presente con bastante fuerza en el momento de la grave enfermedad. Y ayuda al fiel a mantener la esperanza en Dios, especialmente en esos momentos tan importantes. Además, en algunos casos, devuelve la salud física, si esto es para el bien espiritual del enfermo.

Todo cristiano, que está pasando por una enfermedad grave, que vaya a ser intervenido por una operación importante o el anciano que se siente que experimente su salud muy debilitada, debería recibir la unción de los enfermos. Y la comunidad cristiana y la familia de dicha persona enferma, debería favorecer la recepción de este sacramento, sin la espera innecesaria al momento de la muerte. Además, con frecuencia, cuando llega la muerte de forma inesperada, ya no hay tiempo para la recepción de dicho sacramento.

Este sacramento se puede recibir varias veces, pero siempre que haya habido un empeoramiento considerable de la salud de la persona. Nunca hay que recibirlo con la frecuencia con que podemos recibir otros sacramentos (como el sacramento de la penitencia)

Este sacramento ayuda a hacer crecer a Cristo en el interior del enfermo. Este puede unirse a la pasión del Señor a través de su dolor y de su debilidad. Así la enfermedad se convierte en un caudal de gracia para el cristiano, porque este entiende esa misma debilidad con un sentido que transciende a la misma persona. Además el enfermo se convierte en un instrumento de intercesión y de ayuda por la santidad de la Iglesia y por el bien del mundo, con su unión con Cristo en su pasión.

En nuestra parroquia de la Purificación de Nuestra Señora, tenemos un grupo de visitadores de enfermos, para acompañarlos en su enfermedad y en situación de ancianidad. Además pretende ser un consuelo que ofrece la Iglesia a todos nuestros hermanos más débiles, para que no se sientan solos en su situación. Este grupo de visitadores ayuda también a los enfermos a recibir dicho sacramento para su consuelo y para su crecimiento interior.

En caso de urgencia, este sacramento se puede pedir en la parroquia, cualquier día y en cualquier momento del día, llamando por teléfono o acudiendo a la parroquia. Y los sacerdotes de la Parroquia acudirán con toda la prontitud que puedan.

El sacramento de la unción de los enfermos, se puede recibir en cualquier momento solicitándolo en la parroquia, personalmente o llamando por teléfono, cualquier día y en cualquier hora.