Evangelio  (Jn 10, 27-30)

Yo doy la vida eterna a mis ovejas

En aquel tiempo, dijo Jesús:
–«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos uno»

Comentario

En este 4º Domingo de Pascua Cristo resucitado se nos presenta como el Buen Pastor, que cuida de cada uno de nosotros, que somos sus ovejas, y nos lleva por las sendas del Evangelio a las verdes praderas del cielo. Nosotros ponemos nuestra mirada y nuestro corazón en Él, le adoramos y le seguimos.

—Jesús nos muestra la relación de cercanía y de intimidad entre Él y sus ovejas. Yo soy su oveja, por la que ha dado su vida. ¿Soy consciente de lo que Jesús ha hecho por mí?

—«Mis ovejas escuchan mi voz». La supervivencia de la oveja, su defensa ante los peligros, depende de estar pendiente del pastor, de sus palabras y gestos. ¿Estoy atento a lo que Jesús quiere decirme a mí personalmente? ¿Escucho la Palabra de Dios con frecuencia?

—«Yo las conozco y ellas me siguen». Jesús me conoce mejor que yo mismo; sabe de mis defectos, pecados y manías. Sabe lo que me gusta y me disgusta, y me quiere incondicionalmente. Y esto me llena de paz: “soy conocido y amado por Jesús” (Me quedo un rato repitiendo esta idea). ¿Conozco a Cristo como Él me conoce a mí? ¿Le sigo por la senda del evangelio, identificándome con su estilo de vida?

—Jesús arriesga su vida como pastor. Él no deja que ninguna oveja se pierda. Y por eso entrega su vida en la cruz. Mi vida, la considera más valiosa que la suya. Él muere como ofrenda a Dios Padre, para rescatarme de la muerte. Y además se me da como alimento. Por eso, puede decir con toda razón: «Yo les doy la vida eterna». ¿Me siento salvado por el Señor?

—Jesús, es el Buen pastor. Nadie puede quitarnos la vida estando unidos a Él. Unidos a Él tenemos paz, consuelo, alegría y fuerza para seguir caminando. Por eso, con toda razón dice el Señor: «Nadie puede arrebatarlas de mi mano». ¿Vivo confiado cuando estoy unido al Señor? ¿Vivo con esperanza, cuando hago lo que tengo que hacer y estoy junto al Señor? Puedo disfrutar repitiendo en mi interior: «Nadie las arrebatará de mi mano»

—No sólo tengo la protección de Jesús, sino también la de Dios Padre. Por eso dice Jesús: «nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre». Tengo la mayor protección. Yo soy amado por Dios Padre, con el mismo amor que tiene por su Hijo Jesús. ¿Vivo toda mi vida con gozo por todo el amor recibido? ¿Mi vida se caracteriza por la alegría y el agradecimiento a Dios y a los demás? ¿Muestro mi agradecimiento a Dios, en el amor incondicional a Él?